Salvajes

El archipiélago de las Salvajes está situado a 100 millas al N de la Punta de Anaga, en Tenerife, y a algo más de 160 millas al SSE de la Punta de San Lorenço, en Madeira (1 milla = 1,8 km). Lo forman tres pequeñas islas -Salvaje Grande, Salvaje Pequeña y Salvajita- y varios islotes. A su alrededor hay muchas bajas y arrecifes que hacen muy peligrosa la navegación por esta zona del Atlántico.

Pertenece a Portugal y es una Reserva Natural de la Región Autónoma de Madeira.

Salvaje Grande es la mayor (4,5 km2) y la más alta (151 m) del archipiélago. Tiene la forma de una meseta de contorno más o menos redondeado, plana por arriba y con laderas muy pendientes que se precipitan bruscamente hacia el mar. La parte superior, situada a unos 100 metros de altura sobre el mar, es un gran llano sobre el que destacan tres promontorios: Pico da Atalaia (151 m), donde se encuentra  un faro, Pico Tornozelos (137 m) y Pico do Inferno (107 m). Cuando la atmósfera está limpia, desde allí se puede ver el Teide perfectamente, a simple vista. La costa está muy erosionada por la intensa acción del mar. Es acantilada en su mayor parte, abrupta y de difícil acceso, ya que está rodeada de escollos, farallones y plataformas rocosas en todo su perímetro. Existe un pequeño desembarcadero situado a sotavento, en la Enseada das Cagarras, donde se encuentra una casa en la que se alojan los guardas de esta Reserva Natural. De allí parten dos senderos hacia la llanura superior.

Salvaje Pequeña (0,3 km2)es baja y está cubierta en su mayor parte por arenas orgánicas de origen marino. En el extremo occidental sobresale un pequeño promontorio, Pico do Veado o de la Atalaya (49 m), donde se encuentra otro faro. Durante la pleamar, una parte importante del sector oriental de la isla permanece sumergida. Se puede desembarcar por una playita situada al SO, si el estado de la mar lo permite. Cerca hay una caseta donde se alojan los guardas.

Como la isla anterior, Ilheu de Fora o Salvajita, como la llaman los canarios, es baja y pequeña (0,1 km2), y también está cubierta en su mayor parte por arenas orgánicas. Sólo destacan dos conjuntos rocosos, el más alto de los cuales está situado en el extremo SE y apenas se levanta 15 metros sobre el mar. Hacia el N se extiende una larga plataforma marina poco profunda, de la que sobresalen varios islotes y afloramientos rocosos. En esta isla no existe ninguna construcción, y es muy difícil desembarcar en ella.

En general, el clima de las Salvajes se puede considerar de tipo oceánico subtropical, parecido al de las costas canarias. Por su situación geográfica, reciben el influjo de las aguas frías de la corriente de El Golfo y de los vientos alisios procedentes del cuadrante de las Azores. Debido a su escasa altura, los alisios no llegan a provocar precipitaciones, pero gracias a ellos y a las aguas frías que las circundan, su atmósfera se mantiene fresca y húmeda la mayor parte del año. Cuando se ven afectadas por las borrascas atlánticas del N y del O, se producen lluvias torrenciales acompañadas de gran aparato eléctrico que, por lo general, sólo duran unas pocas horas. Ocasionalmente, también reciben masas de aire caliente y seco procedentes de África, a veces cargadas de polvo sahariano, como en Canarias cuando hay tiempo sur.

Este conjunto de islas, islotes y afloramientos rocosos constituye la parte emergida de un solo edificio volcánico, cuyos cimientos se encuentran a unos 3.500 metros de profundidad, y que se fue construyendo por la acumulación de materiales procedentes de sucesivas erupciones submarinas. Presenta una alineación NE-SO, con una isla situada en un extremo y las otras dos, en el otro. Salvaje Grande es la más oriental, y dista unas 10 millas de Salvaje Pequeña; entre ellas, los fondos marinos superan los 500 metros de profundidad. Esta última y Salvajita, la más occidental, formaban una sola isla hasta hace pocos miles de años, cuando el nivel del mar se encontraba más bajo que en la actualidad. Hoy están separadas por un estrecho brazo de mar de menos de una milla, que apenas alcanza los 20 metros de profundidad.                        

No existen dataciones absolutas sobre la edad de estas islas, pero su propia geología indica que son bastante viejas. Se estima que emergieron durante el Mioceno Inferior, probablemente en el mismo periodo en que lo hicieron Lanzarote, Fuerteventura y Porto Santo.                                                                                                            

El basamento de Salvaje Grande está formado por un complejo aglomerado de tobas compactas que engloban rocas fonolíticas y plutónicas, atravesado por diques y pitones fonolíticos y basálticos. Sobre esta matriz, que se eleva unos 70-80 metros sobre el mar, descansa un estrato de materiales calcáreos de varios metros de espesor, donde aparecen diversos fósiles, tanto terrestres como marinos. La parte superior de la isla está cubierta por piroclastos y coladas basálticas de antiguas erupciones submarinas, y de otras de origen más reciente procedentes de los picos de Atalaia, Tornozelos e Inferno que, en realidad, son conos volcánicos desmantelados.

Las Islas Salvajes fueron descubiertas oficialmente por el navegante portugués Diogo Gomes en 1460, cuando regresaba de una expedición a Guinea. Gomes tomó posesión del diminuto archipiélago en nombre de la corona portuguesa, aportando una breve descripción: “ilha chamada Selvagem é estéril, ninguém habita nela, nem ten árvores nem águas correntes”. En realidad,  ya se conocían desde mucho antes, figurando incluso en el mapa de los hermanos Pizzigani, fechado en 1367, pero hasta entonces nadie había reclamado su propiedad. Los portugueses se interesaron en la explotación de sus abundantes recursos pesqueros, sobre todo, de túnidos. A principios del siglo XVI se construyó una cisterna en la parte alta de Salvaje Grande para recoger el agua de lluvia, y se introdujeron cabras y conejos. Con ellos, aunque no deliberadamente, también llegaron los ratones. Medio siglo después, las islas pasaron a manos de una acaudalada familia madeirense de apellido Caiados, cuyos descendientes, los Cabral de Noronha, las conservaron durante casi cuatro siglos. En 1904 fueron adquiridas por el banquero madeirense Luis da Rocha hasta que, en 1971, fueron declaradas Reserva Natural.

Antes de ser declaradas Reserva Natural, las Salvajes eran visitadas regularmente no sólo por pescadores madeirenses, sino también por canarios procedentes, en su mayoría, de Lanzarote y del Puerto de la Cruz. Allí permanecían unos meses, pescando y jareando los peces que capturaban, sobre todo viejas que, curiosamente, no son del gusto de los portugueses. En tierra se dedicaban a coger crías de pardela, a las que colgaban boca bajo de una liña para extraerles el famoso "aceite de pardela", un remedio muy eficaz en el tratamiento de llagas, eczemas, psoriasis y otros problemas de la piel. Durante varios siglos, los pescadores canarios y madeirenses mataron una media anual de 22.000 piezas, y hubo años en que superaron las 50.000...

Otra actividad llevada a cabo por los canarios fue el cultivo de plantas barrilleras para la obtención de sosa, empleada en la fabricación de vídrios, jabones, etc. Buena parte de la llanura superior de Salvaje Grande aún está cubierta por un denso tapiz de dos especies de este tipo: la escarcha (Messembrianthemum crystallinum) y el cosco (M. nodiflorum).

Una ganancia extra la obtenían recolectando orchillas, unos líquenes tintóreos muy abundantes en los acantilados costeros, que se cotizaban a buen precio en los puertos canarios. En una ocasión, a mediados del siglo XVIII, unos pescadores tinerfeños recogieron más de 500 kg de orchillas en Salvaje Grande. Cuando las autoridades de Madeira se enteraron, protestaron enérgicamente ante el Gobernador General de Canarias, y no descansaron hasta que cobraron la mercancía y el patrón.

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