Terrera marismeña (Calandrella rufescens)

Paseriforme estepario de 13-14 cm de longitud. Tiene un plumaje críptico, de color marrón-grisáceo en el dorso y blanquecino en las partes ventrales, con un estriado vertical muy marcado en el pecho y lista superciliar tenue pero visible. Presenta una pequeña cresta que se yergue a voluntad cuando está alarmado, y su pico es corto y relativamente grueso. Esta especie, propia de la península ibérica, el norte de África, Oriente Medio y Asia, está presente también en Canarias, concretamente en Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria y Tenerife, si bien en esta última se considera actualmente extinta. Además, nidifica en La Graciosa y ha llegado a reproducirse de forma esporádica en Alegranza y Lobos. Habita llanos terroso-pedregosos, “jables” (sistemas arenosos), cultivos abiertos y laderas pedregosas de escasa pendiente, siendo más ocasional su presencia en “malpaíses” o campos de lavas recientes y pastizales húmedos. En altitud se encuentra desde cerca del nivel del mar a los 750 m. Se alimenta de semillas y granos, brotes tiernos de plantas herbáceas e insectos, incluyendo sus formas larvales. Durante la época de cría es frecuente la captura de pequeños saltamontes, con los que alimenta a los pollos. Su época de cría se extiende entre enero y junio, llevando a cabo al menos dos puestas anuales de 2-5 huevos. Ubica el nido en el suelo, al amparo de alguna planta herbácea o pequeño arbusto, o bien entre piedras. Un hecho curioso es que los pollos lo abandonan antes de estar plenamente capacitados para el vuelo. Una vez acabada la estación reproductora forma importantes agrupaciones, a veces de hasta 200-300 aves, aunque tales bandos solo son observables actualmente en Fuerteventura y Lanzarote. La terrera marismeña resulta aún abundante en estas dos islas, mientras que en Gran Canaria está en clara regresión y en Tenerife ha desaparecido por completo. La evolución de sus poblaciones es, por tanto, negativa. En conjunto, se considera que en el archipiélago canario podría haber entre 10.000 y 20.000 parejas, cifras que enmascaran su verdadero estatus de conservación. Entre los factores que han llevado a esta situación figuran la destrucción y alteración del hábitat, la depredación por gatos, ratas y -seguramente- erizos morunos, el uso de biocidas en los cultivos, las molestias humanas y la captura de ejemplares para su tenencia en cautividad. A ello hay que sumar otras amenazas, como son la corta de vegetación en algunas zonas (p. ej. en aeropuertos habitados por la especie), la expansión de flora exótica invasora en su hábitat o la irrupción de enfermedades como la viruela aviar. En la actualidad se considera que todas las terreras marismeñas de Canarias pertenecen a una única subespecie, C. rufescens rufescens, y no a dos (incluyendo a C. rufescens polatzeki, considerada endémica de las islas orientales) como se pensaba hasta hace poco

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